domingo, 13 de septiembre de 2009

PARA TODAS Y PARA TODOS


Como dicen que el mundo está lleno desagradecidos; lo certifico. Hace ya tiempo; cometí el error de enamorarme de una persona cobarde, caprichosa, mentirosa y desagradecida. En cierta ocasión le hice como regalo un cuento, en el cual inspiré uno de los personajes en ella.

Ese cuento era solo para ella; no lo iba a publicar. Su comportamiento hacia mi con el tiempo me hizo darme cuenta de cuan errado estaba y por eso he decidido publicar ese cuento para que quien lo desee pueda disfrutar de ello; para esta persona no significó absolutamente nada.
Solo le deseo que recoja en esta vida como frutos; todo aquello que ha ido sembrando con mucho esmero. No es despecho ni resentimiento, simplemente lo justo; al César lo que es del César y a xxxxxx lo que es de xxxxxx.

Que lo disfruten.
CARTAS DESDE EL MAR



Como reza el antiguo aserto: “Después de la tempestad llega la calma” .Y tras varios días de temporal cerrado con abundantes lluvias y vientos huracanados, por fin, aquélla mañana de Mayo, salió el Sol y el azul radiante del cielo iluminó aquél bello pueblo costero del Sur de España.
Como cada día, Mar acudió a su cita ineludible con el trabajo en las oficinas de una empresa de transportes donde se ocupaba del papeleo, así como de las gestiones propias del negocio. Pero hoy estaba feliz, había acumulado horas extras; lo cual su “generoso” jefe había valorado; y tendría libre la tarde para aprovechar el renacer de la primavera y pasear por la playa, además hoy Pedro no regresaría a casa hasta bien avanzada la tarde, lo cual le dejaba unas horas para el paseo y su propio solaz.

El aspecto era desolador, parecían haberse desatado las iras del infierno y que un monstruo de fauces enormes se hubiera tragado la fina y blanca arena de la playa de La Rosita, en más de un metro de profundidad.

En su lugar se extendía una inmensa depresión terrosa de un color marrón que en modo alguno invitaba a extender una toalla para solazar el cuerpo al sol.
Mar no se iba a desanimar en modo alguno, y ante tal circunstancia, decidió dar un paseo al borde del mar. En Mayo el agua aún está fría y aunque es muy sensible al frío, desnudó sus pies para sentir ese nervioso y agradable cosquilleo que produce la apelmazada y dura capa de arena del borde de la playa. Y así transportó su pensamiento, fuera de la rutina del trabajo, lejos de los problemas cotidianos, volando a rincones dulces y agradables de su mente, mecidos por la suave brisa del mar, y su terso rostro acariciado por los templados rayos del sol del atardecer, mientras sus pies la desplazaban a lo largo del litoral.

El grito de un niño le devolvió a la Tierra y como acto reflejo miró su reloj de pulsera. Era tarde, empezaba a refrescar y decidió volver por donde había venido y fue en ese momento cuando su pie pisó sobre algo punzante. ¡Ayyyyyyyy!, ¡que es esto!, exclamó agachándose para ver si se había herido. –Nada, un pequeño rasguño….un poco de Betadine y a correr. Y entonces se fijó y vio que de la tierra sobresalía un pequeño objeto. Cogió un trozo de madera que había al lado y escarbó para extraerlo. Al cabo de un rato tenía en sus manos un paquete con un fuerte envoltorio de plástico que no pudo abrir con la fuerza de sus manos.

De vuelta a casa, excitada por el hallazgo, buscó unas tijeras y se sentó en el sofá para abrir el extraño bulto, mientras Micifúz, el dueño de la casa , un gato bigotón de ojos azules y orejas negras, mordisqueaba los tobillos de la “paciente” Mar exigiendo su atención afectiva y…..nutritiva , por supuesto.

En un pueblo costero de la ría gallega, Betanzos, el día era brumoso y amenazaba lluvia en cualquier momento. En su casa del pazo de Bruixes, la anciana Estefanía Monfort de 89 años preparaba el almuerzo a los “rapaces” de sus biznietos, que como cada Viernes cual torbellino de alegría y estruendo, inundarían su solitaria existencia. En la televisión, unos personajes estridentes se insultaban y gesticulaban mientras la anciana, que cubría su cabello con pañuelo negro, amasaba esos buñuelos que enloquecían a los peques.

Su mente, no obstante, volaba y volaba lejos…..lejos de ahora……..como cada día desde ¿hacía cuanto….? ….para ella… desde siempre.

El insistente felino obligó a la pobre Mar a dedicarle su atención: mimos, caricias, carreras y al final un plato en la cocina lleno de pienso. “Ya puedes retirarte”, parecía decir el siamés plantado ante el cuenco y mirando descarado a Mar, como es propio en esta orgullosa especie.
De vuelta al sofá retomó su tarea, el paquete era compacto, un poco más grande que el tamaño de una cuartilla, algo pesado, sucio y ajado. Con cuidado y con la punta de la lengua asomando, denotando concentración y expectación, cortó y en su interior apareció un nuevo envoltorio en gruesa tela embetunada aunque muy reseca………

¡Esto tiene unos añitos!, pensó la pelirroja con sus grandes ojos fijos y brillantes ante la perspectiva de un descubrimiento fabuloso. Finalmente una vez rasgado el duro material, sacó un sobre de carta, en color sepia y con las letras muy borrosas. En la esquina superior izquierda, difuminado, un logotipo formado por un ancla con una cadena enroscada coronada por un delfín de perfil y el nombre San Carlos.

En la dirección rezaba: ANA MARÍA PONTES FRAGA
PAZO MIXITO
BETANZOS (LA CORUÑA)
ESPAÑA

Y en el remite: Emilio Lemos
Marinero de 2ª
Navío San Carlos

Del sobre se deslizaron unos objetos que Mar rápidamente recuperó, dos monedas de peseta de la 2ª República y un antiguo camafeo con una cadenita y una rosa blanca en su interior.
En ese momento sonó la cerradura, Pedro llegaba. Mar recogió todo su “tesoro” y lo guardó en un cajón, mientras Pedro acariciaba al satisfecho Micifuz que había dado cuenta de su generosa pitanza y se acicalaba tranquilamente sobre una silla hasta que Pedro lo interrumpió. ¿Qué tal el día? Bien. ¿Y tú? Bien también, he ido a pasear por la playa ¿Qué llevas ahí? ¿El qué? Eso….Ah! es un folleto.. Ya, pero ¿de que? Toma, echa un vistazo. VIAJES ALCOTÁN RIVIERA MAYA. ¿Te parece bien? ¿Bromeas?, pues claro, tonto…… y se arrojó a sus brazos, besando sus labios, no obstante, ese viaje le apetecía hace tiempo, y por fin, este año, para Agosto lo harían juntos.

Estefanía recogía la mesa mientras José, Jorge y María jugaban ya en el patio con el bueno de Rufo, un mastodóntico mastín tan grande como tontorrón y que soportaba todo tipo de trastadas de los mozalbetes con estoica paciencia. Su salud era delicada, a sus 89 años, su viejo corazón ya le había dado algún susto, y cada vez se encontraba más cansada. Viendo a sus biznietos, sonreía, se sentía satisfecha. La vida le había dado todo, también le había quitado. A los 18 años se casó con Manuel, un labriego del pazo vecino, tuvieron tres hijos. Uno se lo llevaron las fiebres a los 3 años de edad, pero crió con salud un niño, Jorge, y una niña, María.

Ya había llegado Junio. La playa de la Rosita volvía a lucir radiante, pues el Ayuntamiento se había afanado en reparar los efectos del pasado temporal, ante la inminente llegada del verano y sus puntuales turistas. Mar disfrutaba cuando podía de sus baños de sol y paseos, pero desde hacía un mes no paraba de darle vueltas en la cabeza a su “hallazgo”.

Algo le impedía abrir la carta, dejando por falso ese mito sobre la curiosidad femenina. No quería profanar algo que llevaba tanto tiempo oculto y que nunca pudo llegar a su destino.
La sana curiosidad acerca de esos objetos y esa extraña carta hacían volar su imaginación. Poco a poco creció en ella un deseo y firme propósito de investigar acerca de ellos.

Desconocía su antigüedad, pero sospechaba por el tipo de papel, impresión, y la fecha de acuñación de las monedas, que quizá esas personas aún existirían. Se puso en marcha y comenzó por el destinatario: ANA MARÍA PONTES FRAGA. A través de Internet buscó en las Páginas Blancas en Betanzos, y nada. Probó en las poblaciones cercanas y el mismo resultado.

Envió una carta al Ayuntamiento de Betanzos solicitando información y a los quince días recibió contestación del teniente de alcalde, en la cual le citaba que esa persona, nacida allí, y registrada en esa dirección, se marchó del municipio en 1950 y no se sabe donde fue, ni su paradero o si aún vive.

Probó suerte con el remitente: Emilio Lemos. Más difícil todavía. Nada de nada.
En el ordenador y frente al todopoderoso Google…A ver, probemos con Navío San Carlos.
¡Eureka! SAN_CARLOS Vapor de 2.140 TRB y 3.650 PM. (William Pickersgill & Sons Ltd.-Sunderland.-1899).Naviera_Vascongada. El 25 Noviembre 1940 a 02:30 horas, fue torpedeado y hundido por el submarino alemán U-53 (KK Harold Grosse) a 3 millas al NW de Cabo Villano, l=36-43N L=003-30W. Perecieron 22 tripulantes. 7 supervivientes, entre ellos el 2º oficial y un marinero gravemente heridos, fueron rescatados por pesqueros de Portugal. El U-53, había avistado al convoy francés 10RS/65 KS, que se dirigía de Gibraltar a Brest, en la tarde del día 24. El 25 al amanecer, torpedeó al vapor español creyendo que era un rezagado de ese convoy. En letra pequeña al final del artículo: Registro Ministerio del Mar Delegación A Coruña.
Bueno, ya tenemos por donde empezar.

Buscó la Delegación y descubrió que ya no existía, en las últimas negociaciones entre el Gobierno nacional y el gallego, estas y otras competencias habían pasado a depender directamente del gobierno autonómico.

Consiguió hablar con un funcionario del gobierno gallego y este le remitió al registro de Costas y Buques de la Xunta en Santiago, donde se guardaban reseñas de todos los atraques, singladuras y hojas de ruta desde el siglo XVII. ¿Se puede solicitar información de un barco determinado? Imposible, son tomos enormes y únicamente se puede consultar en la biblioteca del centro y previa cita. Bueno, pues muchas gracias por su información.

Ama de casa, mujer dura del mundo rural, Estefanía había tenido una vida plena, con alegrías y con penas. La mayoría de estas se las guardó y las otras las compartió y disfrutó con los suyos. Su marido Manuel murió hace cinco por una extraña infección. Sus dos hijos le dieron cinco nietos y tenía tres biznietos que eran la luz y la música en su vida.
Para sus hijos era una mujer callada, seria y plenamente dedicada a su casa. Muy reservada y de férrea disciplina, no en vano la llamaban la “tía azotes”, apodo merecido pues de todos era conocida…… y temida su forma de zanjar cualquier desacato de cada una de las tres generaciones de niños de su familia que la conocieron.

Mar, creo que hoy tendríamos que acudir a la agencia para reservar lo de México ¿te parece?
Sabes…….Pedro….. he estado pensando y…….. Miedo me das….¿que? Pues….. no sé….México está muy lejos…….el avión son muchas horas…..que… ¡Quiero ir a Galicia!
¿A Galiciaaaaaa? Si, tengo ganas de ir allí: Santiago, las rías….el marisco….fresquito por las noches ¿Marisco? ¿desde cuando te gusta a ti el marisco?. Bueno…es un decir… ya sabes … es lo típico…. Vamos a reservar un hotel y así probamos el P-407 en un viaje largo.
Vale, pero conduces tú ¿vale?.
El pobre Pedro se dio la vuelta y mientras se retiraba se llevó la mano a la cabeza rascándose y preguntándose que extrañas sinapsis y conexiones maquiavélicas circundan el enrevesado cerebro femenino. ¡Si era ella la que ansiaba ese viaje, y el coñazo que me lleva dando dos años!

Evidentemente Mar había urdido cambio de planes con intención de ahondar en el misterio de la carta y no había contado nada a Pedro, pues lo consideraba un asunto propio e íntimo y creía que él se lo tomaría a guasa e intentaría convencerla de olvidar el tema.

Ya estaba en camino, una vez allí buscaría la forma de “escaquearse” y buscar a los fantasmas enterrados en la playa de La Rosita.

Y así fue, a primeros de Agosto y bajo un calor sofocante emprendieron el viaje hacia el descanso en la costa gallega y en el tercer día de estancia, Mar, con el pretexto de hacer unas compras, dejó a Pedro en la playa enfrascado en la lectura y en la discreta observación de la idas y venidas del personal femenino circundante.

Se dirigió a Betanzos y tras preguntar a varios vecinos dio con el Pazo Mixito, el supuesto destino de la carta. Aparcó el coche y llamó a la puerta; después de unos segundos le abrió la puerta un hombre de unos 75 años, el pelo blanco y de complexión delgada.
¿Qué quiere, quién es usted?, espetó el anciano con aire receloso. Buenos días, me llamo Mar y busco a la señora Ana María Pontes. No vive aquí. Ya lo se, es que tengo esto, dijo mostrándole la carta. El anciano tomó en sus manos el sobre, lo miró levemente y se lo devolvió. Pase usted. Es la antigua propietaria, yo le compré el pazo a sus padres, pero no se nada de ella, se fue del pueblo y ya no regresó, solo se que ocurrieron cosas terribles que ya todos hemos olvidado. Toda su familia ha muerto ya. Lo único que le puedo decir es que una vez alguien dijo que se había casado con un inglés librero de Santiago. Tomó un café charlando con el anciano y se despidió amablemente de él. Cuando se marchaba, el hombre salió con algo en la mano. Se me olvidaba, un día encontré en el desván esta foto….. son ella y su hermano ………Enrique….¡Satanás lo tenga a su lado!. Llévesela, yo no la necesito para nada.

La foto ajada por los años, mostraba a dos chavales risueños en el porche de la casa y en el dorso, escrito de puño y letra Te quiero hermanita y su firma. ¿Por qué maldeciría el anciano al tal Enrique, se preguntaba Mar?

De regreso al hotel, Pedro esperaba a Mar para dar un paseo, cenar y charlar acerca de las compras. ¿Nada? Todo el día de compras y ¿no te has comprado nada?. Es que hoy he estado viendo, nada más, mañana iré a decidirme. Pedro empezaba a estar un tanto “mosca” con el comportamiento de Mar, pero decidió callarse y disfrutar de las vacaciones.

Al día siguiente, la investigadora pelirroja tenía cita con el registro de Costas y Buques de la Xunta en Santiago. Buenos días, tengo una cita para hoy acerca del buque San Carlos. A los dos minutos se encontraba frente a un inmenso libro con innumerables datos. Después de repasar cientos de informes de atraques, rutas e incidencias, encontró las fichas de registro de embarque de tripulaciones. La ficha correspondiente al embarque del 5 de Junio de 1940 tenía una relación de marineros con fotos, datos y firmas. En la mitad aproximadamente encontró el nombre: EMILIO LEMOS LEDESMA Marinero de 2ª Bilbao. Una foto….y la firma. Mar dio un respingo en la silla y nerviosamente buscó en su bolso y extrajo con violencia la foto que le entregó el día anterior el anciano de Betanzos ¡ERA LA MISMA PERSONA, ERA LA MISMA FIRMA! Su cerebro se atascó y no acertaba a comprender. ¡La carta estaba escrita por el hermano de Ana María!, se había enrolado con una identidad falsa y había escrito desde el barco a su hermana. ¿Por qué? Volvió a meter la mano en el bolso sacando la carta y comprobando los nombres, los datos e hizo el ademán de abrirla pero en el último momento decidió parar. He llegado hasta aquí….piensa Mar, piensa……ummmm…..un librero inglés en Santiago…… muchos no debe haber. Miró a derecha e izquierda y comprobó que nadie la observaba, instante que aprovechó para rasgar la hoja de alistamiento del tomo y guardarla en su bolso.
Muchas gracias, dijo sonriendo coquetamente al dependiente al devolverle el libro.

María, la hija menor de Estefanía, a sus 67 años de edad también era viuda y últimamente pasaba más tiempo con su madre. Todas las tardes visitaba a su anciana madre y en los últimos tiempos notaba como su afecto y cercanía iba en aumento. Pues María se había sentido siempre como la convidada de piedra en su casa. Jorge era el centro de atención de su madre, unas veces un amor desbordado y otras veces una disciplina extrema, pero con ella……..su hija menor….la indiferencia; la actitud más perversa para con un hijo. Jorge era su preferido, sí, pero en ocasiones era excesivamente dura con él. Era algo que María siempre observó con extrañeza.

Veamos……librerías. Pedro dormía y Mar aprovechó para conectarse en un ordenador de recepción. Rápidamente aparecieron una serie de listados con nombres y direcciones. Finalmente dio con un nombre LIBRERÍA STEWART, C/Canales, 25 D. James Stewart Tfno: xxxxxxxxx.

El malestar de Pedro iba “in crescendo” una vez que al día siguiente por la mañana, Mar no estaba cuando se levantó. Definitivamente, hablaría hoy con ella para que le contara que diablos estaba pasando y a que se debía esta actitud suya en plenas vacaciones.

Mar se acercó a primera hora a la Librería Stewart. Buenos días. Hola buenos días, ¿Qué desea? ¿Vive aquí la señora Ana María Pontes Fraga? Pues si, es mi abuela ¿quién la busca? Me llamo Mar y tengo una carta para ella. Démela yo se la entregaré. Quisiera entregársela personalmente. Mi abuela está un poco delicada de salud, iré a ver si le puede recibir.

El joven subió por una escalera y Mar curioseó en los estantes las novedades literarias, ojeando y bicheando los argumentos. Decidió apartar la nueva novela de Ruiz Zafón: El juego del ángel; la tan esperada segunda parte de La sombra del viento. Me la llevo……p´a la playa ala! Al rato bajó el joven e invitó a Mar a que le acompañara al interior de la vivienda en la planta superior.

Frente a la ventana, una mujer anciana con el pelo recogido y haciendo labores de punto, dejo las madejas sobre sus rodillas y observó por encima de las gafas a su inesperada visitante. Siéntese, por favor. ¿Tiene usted una carta para mí? La anciana escuchaba atenta el relato de Mar desde aquel paseo por la devastada playa de La Rosita.

Sabe, mi hermano desapareció en 1940 y no hemos sabido nada de él desde entonces. Usted me dice que encontró una carta dirigida a mi por un tal Emilio Lemos y quiere hacerme creer que se embarcó en un barco con ese nombre para luego…….no sé ….me cuesta trabajo de creer.
Créame, le dijo tendiéndole la hoja de embarque…………. La anciana derramó las primeras lágrimas, vio la cara de su hermano. Además mire usted esto….. y sacó la foto comparando las firmas de la hoja con la de la dedicatoria de la foto. ¡Santo Dios! Exclamó Doña Ana María, ¡No puede ser! ¡Esto es increíble!.. ¿Puedo ver la carta?
Finalmente Mar extrajo de su bolso la carta y la anciana, con manos temblorosas ante la sorprendente noticia, la tomó y torpemente la abrió, de su interior salió otro sobre cerrado y una carta, y leyó en voz alta:

San Carlos 20 de Noviembre de 1940

Querida hermana:

Ante todo quiero pedirte perdón a ti y a nuestros padres por haberme ido sin deciros nada. Espero que estéis todos bien, tengo muchas ganas de veros. Me embarqué en el San Carlos en el mes de Junio y hasta el 30 de Noviembre no entraremos a puerto alguno, estoy deseando hacerlo para enviaros la carta. Tú sabes que andamos mal de dinero y sufría mucho viendo a padre de pazo en pazo trabajando como un negro para poder darnos de comer y mamá enferma trabajando en casa y con sus padres en la cárcel. Tú sabes que después de la guerra están las cosas muy mal y me hablaron de que embarcándose se podía ganar dinero rápidamente y para Navidades estaré con vosotros para quedarme. Te lo prometo.
Ana María, esta otra carta te pido que se la des a Estefanía, tú sabes que sus padres no me quieren y si se la mando nunca le habría llegado. Dásela por favor.

Por cierto, te hubieras tronchado de risa, Luis el hermano de Estefanía está conmigo, como somos menores de edad, un amigo suyo de la capital nos hizo documentaciones falsas y ahora somos hermanos: Emilio y Juan Lemos ¿Qué te parece? El último día antes de embarcar robaron el equipaje a Luís, dile a su hermana que no se preocupe, solo llevaba ropa. ¡Quien lo diría, un rojo y un fascista enrolados como hermanos en un barco carguero!

Te quiere tu hermano, Enrique.

Ana María terminó la carta y prorrumpió en un llanto desconsolado abrazando y besando el trozo de papel, ante la mirada compasiva de Mar.
Cuando se tranquilizó cogió la mano de Mar y enjugándose las lágrimas relató sus recuerdos:

Cuando terminó la guerra, mi familia que era del bando perdedor, sufrió mucho, bueno, todos sufrieron, pero en nuestro caso mis abuelos fueron encarcelados y mi padre las pasaba canutas para sacarnos adelante.
Por contra la familia Monfort, permaneció al lado del bando nacional. Estefanía, su hija y mi hermano, con 16 años se conocieron y se enamoraron, su relación era clandestina, sólo yo lo conocía, pues recién acabada la guerra las cosas eran muy duras y cualquier acercamiento a tendencias izquierdistas era altamente peligroso.
Un día mi hermano desapareció y también Luís, el hermano de Estefanía. Durante semanas fueron buscados y no se dio con su rastro; hasta que un día la Guardia Civil nos llamó a las dos familias para acudir a A Coruña a intentar reconocer unos restos. Un hombre apareció ahogado, se comprobó que eran las ropas de Luís y no se pudo identificar adecuadamente el cadáver pues estaba en avanzado estado de descomposición. Con los medios forenses y de investigación científica rudimentarios de la época, se dio el caso por zanjado: Declararon a mi hermano Gonzalo, el rojo, culpable de asesinato de Luís Monfort y para siempre quedó y quedamos marcados con la tacha y la vergüenza de esa mancha. Al poco mis padres vendieron el pazo y nos marchamos para siempre de Betanzos. Pero esta carta……devuelve la dignidad a mi familia y a la memoria de mi hermano.
Vea, ese que está debajo de mi hermano es Luís Monfort. El no le mató, se fueron juntos y…….¿sabe usted que pasó? En la relación de muertos aparecen los dos hermanos Lemos, dijo Mar, lo siento.

Gracias, hija. Dijo la anciana mientras besaba una y otra vez en las manos a Mar. Ahora……ahora….. debes de ir a ver a Estefanía y darle la carta….. debe de saberlo…. Hay que devolver la paz a los muertos….. y a los vivos. ¿Lo harás? Lo…. Intentaré…dijo Mar, pensando el problema que se le avecinaba con Pedro. Una última cosa ¿conoce estos objetos? La anciana tomó en sus manos las dos monedas y el camafeo; las observó y palpó, devolviéndoselas finalmente a Mar. No, llévaselas a Estefanía, quizá ella sepa que son. Se despidieron y la anciana, Ana María, permaneció junto a la ventana, derramando las lágrimas más dulces de su vida, las lágrimas del alivio, las lágrimas de la pena por su hermano muerto, las lágrimas de la dignidad y el orgullo recuperados.

Lo que sus hijos María y Jorge no sabían, era el secreto que Estefanía mantenía en su recuerdo. El dolor que su alma albergó durante toda su vida. A los 15 años se enamoró de Enrique, y durante 2 años llevaron esta relación en secreto. Nunca imaginó que aquélla noche, cuando le prometió su amor eterno, cuando se amaron en plenitud por primera vez, sería la última que le vería. Pero lo peor de todo eso fue descubrir que el mató a su hermano. Vivir con la culpa de amar al hombre que asesinó a su hermano. Al poco de desaparecer Enrique y Luís, notó la primera falta y empezaron los mareos……... Nadie supo jamás el secreto, tras conocerse la muerte de su hermano y la desaparición de Enrique, Estefanía aceptó a Manuel, su eterno pretendiente, con la única condición de no preguntarle jamás. Manuel que era un hombre débil de espíritu y locamente enamorado por Estefanía accedió servilmente y aceptó las condiciones y nunca preguntó por esa cuestión………. Jorge era hijo de Enrique.
Fue una mujer fiel, amante de sus hijos pero siempre mantuvo una distancia con los que le rodeaban. El odio hacia aquél que le traicionó y el amor que anidó en su corazón hacia la misma persona eran fuerzas antagónicas que convivieron por siempre en su vida. Nunca pudo arrancarlas y las imágenes, las pesadillas y los sueños truncados se revivían en su subconsciente todos los días.

Ana María había indicado a Mar la dirección del pazo Bruixes en Betanzos, y hacia allí se dirigió.
Buenos días, ¿la señora Estefanía Monfort? No, me llamo María, soy su hija. ¿Qué quiere? Es acerca de una carta de…….. Enrique Pontes Fraga. ¡No vuelva a pronunciar ese nombre en esta casa, márchese!, Mar dio un respingo cuando vio ante si a una anciana con los ojos encendidos retirando pausadamente a su hija para ocupar ella su posición. ¿Podría…. Dedicarme unos minutos?, creo que es importante para usted.
Le repito señorita, que nada de lo que venga de esa persona tiene interés en esta casa. Se trata de una carta…….de 1940. ¿1940 dice usted? Bien, acérquese, sentémonos a la mesa. María, por favor, trae un café a la señorita. Prefiero un refresco. Un refresco María, ¡vamos!, dijo la anciana confundida.

Mientras Mar relataba a madre e hija todo su descubrimiento, las reacciones de ambas eran diferentes. La hija se llevaba la mano a una boca abierta de asombro y unos ojos desorbitados ante todo lo que estaba oyendo. La madre escuchaba nerviosa, se frotaba las manos, se acariciaba la mejilla, en algunos momentos parecía que iba a llorar y en otros asomaba una sonrisa melancólica. Cuando le mostró la hoja de reclutamiento con las dos fotos juntas de los dos hermanos Ledesma no pudo reprimir un ahogado y contenido sollozo, quedándose finalmente con la mirada perdida en algún punto del horizonte a través de la ventana. No dijo nada a sus acompañantes.

Con delicadeza, Mar extendió su brazo entregando el sobre a Estefanía, con su nombre. La anciana, más tranquila la tomó en su mano y con dedos temblorosos rasgó el sobre y sacó la carta.

San Carlos, 20 de Noviembre de 1940

Querida Estefanía:

Espero que puedas perdonarme por no decirte aquélla noche todo lo que entiendo te habrá contado ya mi hermana. Es necesario que entiendas, que comprendas que tenía que hacerlo. Por mi familia, por ti, por mi. No quiero ver pasar hambre a mi familia, quiero poder darte un mínimo de seguridad para comenzar una vida junto a ti. Con el dinero que ganaré estos meses podremos comprar nuestra propia tierra, casarnos y vivir juntos. Espero que para entonces los rencores y odios de la guerra entre nuestras familias hayan terminado ya. Sufro por los míos, y sufro por nosotros, que no podremos ser felices hasta que me presente delante de tus padres y me acepten por lo que soy y no por las ideas.

Quiero que sepas que pienso en ti todos los días y que ansío el momento de volver a tenerte entre mis brazos.

Tu hermano Luís está conmigo y está bien, le robaron en A Coruña, pero que te cuente mi hermana los detalles.

Hemos conocido ciudades muy bonitas, como Lisboa, Sicilia, Mónaco e incluso ¡Damasco!

La vida aquí es muy dura y de vez en cuando pasamos miedo por los submarinos alemanes, pero no te preocupes, pronto estaremos allí.

Te quiero
Enrique

La anciana se levantó lentamente de su asiento y salió al porche de la casa, dobló la carta y se la acercó a los labios. Una lágrima se escurrió por su mejilla cayendo sobre la carta y decolorando levemente la tinta impresa hace más de 60 años. Descansa en paz, amor mío, descansa en paz………….

Su mente regresó a primeros de Junio de 1940……….
……Aunque no había llegado aún el verano, aquélla noche la temperatura era agradable, y en la cabaña del camino de Ribexieira dos jóvenes daban rienda suelta a sus ardores juveniles al abrigo de la clandestinidad que les ofrecía el paraje. Lentamente Enrique desnudó a Estefanía, sus manos recorrían cada curva y cada poro de su piel, intentaba memorizar aquellos momentos que no sabía cuando volverían a repetirse. El tembloroso cuerpo de la joven, palpitaba cada vez que sentía el roce de las fuertes manos de Enrique. Las respiraciones se aceleraban, y el calor y el olor de sus cuerpos les preparaban para subir a la cima del placer para al poco descender suavemente la pendiente de la calma posterior a la tempestad.

Permanecían abrazados y charlaban y reían como los jóvenes ilusionados que eran. Sabes, me recuerdas a aquélla princesa de Las Mil y una Noches……¿Shere….?.......¿Chere…..? ¡Sherezhade, tontorrón! Eso Cherezada……¡S-H-E-R-E-Z-A-D-E! Vaaaaaale, tu ganas. Pues me gustaría que todas las noches fueran como esta, que hiciéramos el amor y que me contaras una historia después ……todas las noches. Por mi encantada…ja.ja.ja, y así rieron durante un buen rato hasta que se hizo tarde y se vistieron. Cuando se marchaban, Estefanía vio brillar algo y se agachó a recogerlo…… ¡Mira, dos monedas de a peseta!, ¡soy rica! Y Enrique se acercó y jugaron forcejeando para ver quién se las quedaba. He pensado, dijo Estefanía solemne, que como soy una bella princesa del emirato, si quieres ser mi adalid, deberás traerme una rosa blanca del palacio del emir de Damasco ¡ala, he dicho! , ja,aj,ja,ja,ja, se burló la chica; y con estas dos monedas compro sus servicios, caballero……y acabó tirándose por los suelos desternillándose de risa.

Aquélla noche, cuando se despidieron, Estefanía vio brillar especialmente los ojos de Enrique y no le dio importancia…………….

¿Esta usted bien?, dijo Mar poniendo su mano sobre el hombro de la anciana. Si, gracias, usted ha hecho revivir en mi recuerdos felices, enterrado odios y devuelto la paz. Pero…..aún hay más ¿Si? Sabe……usted … que es esto. Y con la mano derecha extrajo de su bolso una pequeña bolsita de plástico de donde sacó los objetos.

La anciana los recibió en una mano y la otra se la llevó a la boca, ocultando el gesto de asombró que le produjo.

Al cabo de unos segundos, cuando reaccionó, entregó las dos monedas a Mar. Son para ti, piensa en lo que más desees en esta vida, en un sueño mágico, cuando las mires, recuerda……….. con nada lo podrás comprar, no sirven, ni estas ni ninguna. Las cosas importantes no se compran con dinero.

Mirando el camafeo…..Esto otro…….esto otro………es una historia muy larga……y me harían falta mil y alguna noche más para contártela, sonrió la anciana al tiempo que acariciaba el antiguo broche con una rosa blanca tallada en el centro.

Durante un rato charlaron y al cabo de una hora Mar se despidió y se dirigió al hotel donde se temía a un Pedro furioso y cabreado…..y con razón.

Al pasar por la calle central de la ciudad, vio un cartel sobre los bajos de un edificio donde rezaba VIAJES ALCOTÁN y se dibujó una pícara sonrisa en su rostro.

Al cabo de una hora entraba en la habitación y allí estaba Pedro recién salido de la ducha, sentado en la cama y con los brazos cruzados. Su ceño fruncido indujo a Mar a tomar la iniciativa. Ya se, ya se que estás cabreado , que estos días he estado muy rara, pero por favor, confía en mi …….mira….. y dejo al lado de Pedro un pequeño sobre,……te pido perdón y que me dejes que te cuente todo……..de todas formas ….11 horas en avión dan para mucho ¿no crees?. Pedro abrió el pequeño sobre y en su interior, dos billetes a México. Estas como una puta cabra……..pero ahora te vas a enterar….. y diciendo esto agarró a Mar y la arrojó sobre la cama. Vale, nos vamos a México, me cuentas tus andanzas…..pero ahora….me las vas a empezar a pagar, dijo mientras comenzaba a desabrochar los botones de su blusa.




Desde siempre el mar ha robado almas y vidas, en su inmensidad y fría crueldad, encierra también la belleza de sus placeres y la paz de su contemplación. A veces, como en esta historia, devuelve un poco de lo que se llevó. Vidas anónimas, historias trágicas, y olvidos y engaños del destino, que una caprichosa marea y un tenaz temporal descubrieron a los ojos de una curiosa y perspicaz mujer